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Fernando Machado

Mundos flotantes (Sala Principal), Mar.2023 – May.2023

Fernando Machado y sus reiteradas experiencias interdisciplinares:
Ut musice, pictura / Cómo pintar musicalmente.

– I –

Hace unos días, una inesperada llamada telefónica –llegada a media tarde, cuando estaba intensamente enfrascado en un ejercicio de lectura, sumamente personalizada– me sacudió, devolviéndome al cotidiano contexto laboral de mi despacho. Con directa soltura –una voz que hacía lustros no oía–, se limitó a responder a mí escueta apertura de contacto –“sí, dígame”–, formulando, sin más ropaje sonoro, al otro lado: “Soy Fernando Machado”.

Tras un breve silencio, por mi parte, aquella sobrevenida disrupción sonora de mi lectura, vino a funcionar, de manera traslaticia, sobre mí, como una especie de socorrida impronta de los efectos de la histórica magdalena de Proust, esta vez, escuetamente, a nivel auditivo. Mi respuesta fue, casi inmediata: “Mon Dieu!” Y comencé a recordar, curiosamente, rápidos momentos de situaciones socio-culturales ya pasadas… Docentes, expositivas, investigadoras, proyectuales y creativas. Habíamos tenido muchos puntos y engranajes vivenciales en común, por cierto.

La verdad es que le había perdido la pista, casi por completo a aquel pintor y amigo, fraguado, eficazmente, en el activo contexto valenciano de la transición y de los intensos ochenta y primeros noventa… Se trataba de alguien que fue capaz de “guadianizar” la vida misma, en sus emergencias y ocultamientos enlazados. Y ahora, de pronto, llamaba, nuevamente, sin avisar, a mi puerta telefónica, regresando, quizás, de forma definitiva, de sus recordados / comprometidos talleres de experimentaciones plásticas (tepSA).
Incluso, seguro que lo haría, decidido y franco, con su mochila cargada de poderosas herencias abstractas –lúdicas, sensuales, irónicas–, con tesis incluida, que bien recuerdo, y mil relatos pictóricos, secretamente biográficos, desgranados, además, en la inagotable sintaxis de sus composiciones pictóricas.
Me alegré, sin duda alguna, de tal llamada, mientras ojeaba la agenda, cargada de recuerdos, dejada caer sobre mi mesa.

– I I –

He de reconocer que han sido muy comunes y preponderantes las relaciones históricas entre literatura y pintura, entre texto e imagen. Sin embargo, los viajes creativos y las indagaciones estéticas, que, además, se han ido aventurando en otros dominios transdisciplinares –más allá de ese clásico territorio, citado (ut pictura, poesis)– aunque, durante siglos, no fueron excesivamente frecuentes, tampoco cabe afirmar que hayan sido diacrónicamente escasos, sobre todo, desde que informalismos y abstracciones plásticas reivindicaron sus correspondientes derechos experimentales y marcaron, efectivamente, sus diversificadas y potentes presencias. De ahí, pues, que esas híbridas exigencias visuales –al amparo y arropamiento de influyentes y alternativas propuestas, por ejemplo, musicales– hayan ampliado la creciente atracción, pari passu, de incisivas atenciones estéticas, hacia esos particulares entornos constructivos y complejos procesos constituyentes, entre música y pintura.

Justamente, en esa línea de cuestiones, me atrevo a sugerir que, bajo este epígrafe, que ahora enhebro –tan sutil como sagazmente– del pictura, sicut musica, cabría establecer y parangonar otras formas / modelos críticos de diferenciados diálogos entre las artes.

Podríamos así, por ejemplo, mirar, con sutil agudeza, por cierto, hacia el ámbito de la pintura desde las claves formativas de la composición musical. Y hacerlo incluso (a) bien de manera normalizada y sistemática, como siguiendo ciertas pautas fijas de comportamiento constructivo, a partir del recurso versátil a conceptos plurales, como puedan ser: ritmo, equilibrio, contrapunto, sincronía, línea estructural, policromía o estricto acompañamiento melódico. Pero también tendría sentido intentarlo (b) buscando la máxima flexibilidad y fluencia posibles, postulando, básicamente, la presencia secreta del azar y de lo inesperado, del gesto libre, propio de la ruptura sobrevenida, de la procesualidad autónoma, de la aleatoriedad, no ajena a las sombras del caos, propiciando las formas formantes (Luigi Pareyson) e independientes.

Es decir, se trataría de aquellas estrategias procesuales que, de alguna manera, abren caminos no esperados y fuerzan versátiles soluciones entre los cromatismos, las disrupciones, las texturas, los enlaces combinatorios de masas plásticas degradadas, junto a las sorpresas salteadas de una espacialidad constantemente redefinida…y que, sin embargo, amagan –unas y otros– en sus conjuntos resultados, ocultas coincidencias y hallazgos, tan inesperados como redundantes, precisamente al ir emergiendo un determinado aire de familia, y cíclicas aportaciones recicladas, de entre las cascadas visuales de sus lenguajes plásticos respectivos.

De hecho, por eso mismo podemos hablar de plasticidad en las expresiones musicales y de fuertes tensiones armónicas en las composiciones pictóricas. Ut pictura, musicae / Ut musicae, pictura. Tales son los interdisciplinares juegos metafóricos, surgidos de estos inquietantes intercambios creativos, que quisiera despertar –ahora y aquí– en la imaginación abierta del posible lector reflexionante, que se acerca a la presente muestra de pintura.

Prefiero, pues, asomarme ahora, en estas líneas, al ámbito de las artes plásticas –según las propuestas que voy encontrando en mi camino– respaldado por esa doble mirada, común y disponible, que se siente fijada, bien desde los hábitos del lenguaje y/o de la matemática, o bien influida por el azar o de la espontaneidad propiciada. Es decir –aut, aut– de la poesía olvidada y/o de la musicalidad sobrevenida. Porque hay, sin duda, no sólo una poesía visual, sino asimismo una musicalidad plástica, como es bien sabido, en los versos y en la sonoridad, que pugnan, hábilmente, con los silencios y los susurros, para mejor habitar, quizás, los espacios acústicos de nuestras existencias.

– I I I –

Tal me sucede, una vez más, al reencontrarme, de nuevo, tiempo después, como ya he dicho, con los inquietantes y decisivos planteamientos pictóricos de Fernando Machado (Jaén, 1951), al solicitarme, mi viejo amigo, un texto para su próxima exposición, en la valenciana Shiras Gallery, y conversar con él.

Procesos reflexivos que se me imponen, de entrada, al contemplar sus resultados, con una indiscutible y fuerte carga cromática, entre texturada, magmática y disruptiva, pero que se van definiendo, asimismo, en formas plurales, que flotan en una especie de potentes zonas intermedias, dando lugar, directamente, a espacios tocados de fuerte sintactismo e inquietante surrealidad óptica.

“La mayoría de estos trabajos, que ahora expongo, son el resultado de una serie que empecé a principios de 2021, en un retorno a la reducción a tintas cuasi acromáticas, en donde estuve instalado todo el 2021 y parte del año pasado. Poco a poco fui introduciendo fondos más saturados de color y de ahí han ido surgiendo estos últimos cuadros, más policromáticos que ahora se exponen” (Fernando Machado, 2023).

Es de ahí de donde intentan partir, ahora, mis experiencias interpretativas, como crítico de arte, hasta reconocer, por ejemplo, la emergencia paulatina de sutiles volúmenes, flotando sobre un indefinido paisaje perceptivo, sugerido por la propia pintura, que se irá transformando en un fuerte espacio pictórico de base, contaminado por habilidades expresivas, que también exigirán, por necesidades hermenéuticas del propio espectador, sus derechos literarios –el arte necesita ser hablado– incluso más allá de las posibilidades musicales, propias de los contrapuntos simultáneos, de los equilibrios invisibles o de los ritmos formales, diluidos a través de los colores. Porque, sin duda, el color es siempre aquí, paradójicamente –encarnado en formas, gestos y estructuras– uno de los constantes vigilantes, aunque no el único, de la compartida puerta perceptiva.

“Aunque el resultado final puede dar una idea de composiciones a priori estudiadas (en el resultado final se asemejan bastante unos cuadros y otros) lo cierto es que mi proceso creativo es mucho más aleatorio y caótico de lo que pueda pensarse. De hecho, suelo comenzar con una mancha informal de pintura muy diluida y es precisamente, a partir de esa mancha azarosa que la propia obra me va indicando el camino a seguir, hasta completar una especie de puzle, en donde hasta las más mínimas pinceladas me resultan imprescindibles. Confieso que yo mismo me sorprendo de que, compositivamente, se parezcan tanto, las obras, unas a otras cuando han ido surgiendo, en efecto, por caminos tan distintos”. (F. M. 2023)

Horror vacui encarnado en mil conformaciones acumulativas, instauradas en cascadas visuales inquietantes, que habitan estos espacios barrocos. Retomar, modificar, superponer, acumular o sustituir pueden ser, sin duda, sus verbos preferidos. Lo han sido durante muchos años y lugares, contaminando lenguajes y estrategias. Tampoco faltarán agujeros negros –recubiertos y trenzados, en sus bases, por cortinas cromáticas fugadas y descendentes, quizás huídas de un sesgado test de Rorschach– circundados, además, por minuciosos drippings, retoques y plurales reincidencias.

¿Cuándo y cómo pasamos, efectivamente, del color a la textura, desde la lejanía de la mirada? ¿Cuándo un color es pintado o depositado simplemente sobre la tela? ¿Quién da vida y delimita a quién: el color a la forma volumétrica o las masas descendentes, con sus rompimientos, a los cromatismos plurales, que la inundan?

La mirada de Fernando Machado se concentra, al máximo, sobre la superficie de su pintura, quizás para mejor propiciar todos los procesos encadenados subsiguientes. No estamos, de hecho, ante miradas seductoras hacia el paisaje o frente a grandes espacios de sublimidad. Es, más bien, la fuerza concentrada de la mirada sobre el detalle, casi minuciosamente observado, sobre un cristal de aumento, la que impera en estas series compositivas, de gran tamaño. Por eso necesitamos, una y otra vez, ajustar los engranajes de nuestra percepción y fijar pulcramente nuestro enfoque de visión sobre las cosas y sus elementos conformadores del conjunto. Observar, ver, medir y reconocer, con las palabras, siempre, a flor de labios, porque nunca he dejado de pensar que el arte –abierta o secretamente– necesita la asidua compañía del lenguaje.

“Más que el juego cromático, mi interés se centra, por una parte, en los juegos de luces y sombras. De ahí, digo yo, nace también mi interés por las pinturas barrocas. Siempre he defendido, asimismo, y ahora más, si cabe –por eso te doy la razón–, al hecho de que propicies, de algún modo, el enfrentamiento a mis pinturas con el mismo ánimo que escuchamos música. Es decir, pura contemplación que debiera transportarnos a mundos flotantes (este es, además, el título genérico de la exposición), ajenos a lo racional, con la esperanza, quizás, de aproximarnos a la verdad que intuimos. (F. M. 2023).

¿Rastrear sonidos, redescubrir aportes intermitentemente superpuestos, o estructurar sensaciones visuales en el conjunto vivo de sus obras? Esa es la cuestión. ¿De qué lugar extrapola Fernando Machado sus preferencias artísticas, al ir elaborándolas procesualmente, en sus visitas reiteradas? ¿De dónde arrancan sus experiencias estéticas originarias, cuando deciden –luego– posarse, rotundamente, sobre un medio sensible, prioritariamente influido por diálogos plurales, con otros modelos de trabajo?

Son esos secretos diálogos –de ida y vuelta– entre música y artes plásticas los que aquí podrían ser, secretamente, concitados, a partir de su explícito testimonio. “Componer” es una palabra profundamente equívoca y poliédrica en su acción semántica. Y, sin duda alguna, tenemos aquí la mejor de las pruebas posibles, a tal respecto. Entre los interrelacionados dominios de la música y de la pintura se va cortando, quizás, el aliento de nuestras percepciones y de nuestros entusiasmos imaginarios, quedándonos en suspenso y a la espera.

Podemos necesitar, de manera intermitente, analizar las formas y pautar los sonidos, en un curioso camino descendente y escalonado, como aproximándonos –al máximo– hacia la realidad percibida, en sus obras. O podemos apostar por la síntesis creciente y acumulativa, en pareja inclinación por la distancia y el conjunto. Nunca es lo mismo observar de lejos que hacerlo de cerca, casi al tacto, toda vez que el arte agita, así, mejor nuestras miradas, despierta nuestras capacidades de desvelar relaciones, postulando / rastreando las siempre enigmáticas huellas de la belleza…

Ya lo aconsejaba el viejo Horacio pedagógicamente en su Epistola ad Pisones, en aquellos versos inmortales del ut pictura poesis. “La poesía es como la pintura: puede verse de lejos o de cerca” (versos 361/365). Aunque, hoy, me atrevería a extrapolar sus consecuencias a este rosario de asociaciones del ut musicae, pictura, que hemos apuntado, al hilo de la trayectoria artística de Fernando Machado. La pintura puede ser, sin duda, tan inagotable, compleja, abierta y testimonial como la música…

Pasiones e inquietudes sumadas, pues, que bien podrían sopesarse, como los dos distantes y atraídos extremos de un mismo y asombroso continuum imantado: el de la creatividad, siempre in fieri, siempre en fase de constante experimentación.
Trahit sua quemque voluptas (Virgilio, Buc. 2, 65).
Sin duda, a cada cual le arrastra su pasión. Ese es el sino de lo humano. Pero, bien es cierto que, a algunos mortales, los dioses les han condenado a más de una secreta potencialidad existencial. Al fin y al cabo, repitámoslo: ut musice, pictura. ¿O quizás pueda hacerse también, de alguna manera, el viaje creativo al revés? Ut pictura, musice.

Román de la Calle.
Valencia, primavera 2023.

 

 

Nota de prensa:

Shiras Galería inaugura el próximo día 30 de marzo a las 19:00 la exposición ‘Mundos flotantes’ del artista Fernando Machado (Linares-1951). Siguiendo la línea de la galería, la exposición se presenta como una evolución abstracta de la última etapa del artista, conjugándose a modo de juego cromático y lumínico derivando en contemplación del espectador, ajeno a lo racional y con el objetivo de aproximarse a la idea de verdad, por medio de diversos trabajos originales (lienzos, cartones y esculturas) expuestos en la Sala Principal.

El artista nos presenta su último trabajo ‘Mundos flotantes’, como una síntesis a partir del concepto de Posmodernidad. Síntesis en donde se conjugan aspectos que hasta entonces fueron tratados unidireccionalmente para ahora confrontarlos, conjugando lo expresivo con lo analítico, lo intuitivo con lo racional o lo emocional con lo puramente perceptivo. Tal y como él mismo señala: Entiendo la pintura como si fuera música; música sin palabras que produce sensaciones. En lugar de notas musicales, hay notas formadas por colores. Estas notas coloridas crean armonía y producen un sentimiento o una sensación. Es una experiencia que es a la vez perceptiva y contemplativa. De ahí, el deseo de poner de manifiesto la especificidad de la propia pintura como lenguaje intransferible y la necesidad de su contemplación presencial y física en la misión de la búsqueda por encontrar aquello que llamamos “belleza”.

Asimismo, para esta muestra Shiras Galería ha contado con la colaboración del crítico Román de la Calle, quien define el trabajo del artista como: “Procesos reflexivos que se me imponen, de entrada, al contemplar sus resultados, con una indiscutible y fuerte carga cromática, entre texturada, magmática y disruptiva, pero que se van definiendo, asimismo, en formas plurales, que flotan en una especie de potentes zonas intermedias, dando lugar, directamente, a espacios
tocados de fuerte sintactismo e inquietante surrealidad óptica. Es de ahí de donde intentan partir, ahora, mis experiencias interpretativas, como crítico de arte, hasta reconocer, por ejemplo, la emergencia paulatina de sutiles volúmenes, flotando sobre un indefinido paisaje perceptivo, sugerido por la propia pintura, que se irá transformando en un fuerte espacio pictórico de base, contaminado por habilidades expresivas, que también exigirán, por necesidades hermenéuticas del propio espectador, sus derechos literarios –el arte necesita ser hablado–incluso más allá de las posibilidades musicales, propias de los contrapuntos simultáneos, de los equilibrios invisibles o de los ritmos formales, diluidos a través de los colores. Porque, sin duda, el color es siempre aquí, paradójicamente –encarnado en formas, gestos y estructuras– uno de los constantes vigilantes, aunque no el único, de la compartida puerta perceptiva.”.

Fernando Machado, artista plástico, catedrático de Artes Plásticas y Diseño de la Escuela Superior de Diseño de Valencia y profesor Titular de Pintura en la Facultad de Bellas Artes de Altea de la Universidad Miguel Hernández; trabaja desde los años setenta bajo una técnica rigurosa, íntima y reconstructiva, que rompe con el orden epistémico moderno. Su obra ha sido expuesta en numerosas galerías y espacios de arte, entre los que destacan: El Colegio de Arquitectos de Valencia y Murcia, el Palacio de la Diputación Provincial de Málaga, la Biblioteca Pública del Estado en Zamora, los museos finlandeses de Jyväskylä, Gallen-Kallelan, Turku, Lappeenranta, Kuusankoski o Kajaani, el Centro de Cultura Contemporánea de la Universidad de Granada, el Museo de la Ciudad en Valencia, Centro Municipal de Cultura de la diputación Provincial de Castellón, el IVAM de Valencia, entre otros.

También ha expuesto en diferentes certámenes y ferias de carácter internacional como: en el Palacio de la Diputación Provincial de Málaga, en la Fundación Caixa de Pensiones de Valencia, así como las Bienales de Pontevedra y Oviedo, la Bienal de arte Contemporáneo de Barcelona, o en la feria Internacional de ARCO de Madrid. Además, cuenta con obra en diferentes  instituciones entre las que destacan: El Museo Provincial de Jaén, La Colección de la Diputación Provincial de Málaga, La Colección Banco Exterior de España, La Colección Fundación Caixa de Pensions o la Colección A. C. en Barcelona, y La Colección de la Diputación Provincial de Valencia.

Así define Sara Joudi, directora artística, “Mundos flotantes”: una muestra que sorprenderá al espectador por su cromatismo que deja paso a sutiles volúmenes expresando una poética abstracción en una búsqueda sin fin hacia la belleza más genuina.

Esta exposición se podrá visitar en Shiras Galería hasta el 13 de mayo, de lunes a sábado de 11:00 a 14:00 y de 17:00 a 20:00.